Marcelo Rossi, un cura carismatico para un pais muy dinamico
Un cura guapetón de metro noventa, profesor de educación física, que da bien en cámara y es cantante superventas es la gran esperanza de la Iglesia católica en Brasil. Marcelo Rossi, líder del movimiento Renovación Carismática en este país, es el único que ha logrado parar el descenso en picado de fieles desde los noventa -un punto al año- ante el avance de iglesias pentecostalistas y sectas, mucho más milagreras, coloridas y divertidas ¿Cómo? 'Pentecostalizando' un poquito la fe católica.
Con 40 años, tiene un 'Grammy' latino, como Bisbal, ahí es nada. En el estilo 'gospel' claro, en 2002, y ha vendido 8 millones de discos. El último, a medias con Roberto Carlos. Va por el sexto 'cedé'. También ha rodado dos películas, que arrasaron en taquilla. Uno puede entrar en la Fnac de Sao Paulo, preguntar y le indican una estantería flamante copada por el rostro sonriente e iluminado de Rossi. Presenta todos los días un programa televisivo de media hora. En You Tube se pueden ver imágenes delirantes de cánticos y bailes en misas.
En fin, todo un personaje. Este fenómeno mediático tiene su sede en el barrio de Santo Amaro, donde ha multiplicado las parroquias de 34 a 96. El edificio se alza junto a una iglesia, pero debajo tiene un pequeño estudio de televisión. Al lado, a través de una puerta se ve un gimnasio con pesas. El padre Rossi está cachas, se le ve rebosante de dinamismo y transmite una simpatía inmediata. «El mío es un movimiento divino para rescatar a las personas alejadas de la fe; en cambio, la Teología de la Liberación prima la acción social, la fe viene luego», explica. Según su análisis, Brasil les necesitaba. A ellos, a los carismáticos.
Este movimiento nació a finales de los sesenta en un campus de EE UU, con dos profesores que rezaron juntos, se impusieron las manos y pidieron la efusión del Espíritu Santo. El carácter festivo de sus ritos, así como la proliferación de supuestas curaciones en ellos, lo expandió por Latinoamérica con rapidez. También ha llegado a España. Han recibido críticas de algunos sectores, pero el Vaticano les ha dado el visto bueno.
Rossi enumera las cifras. En la primera visita de Juan Pablo II a Brasil, en 1980, había un 95% de católicos. Ahora está en el 75%. «En 1997, la última vez que vino, Juan Pablo II se reunió con los jóvenes y pidió que hiciéramos algo, con todos los medios, y yo con mis discos, mis películas, llego a la gente, entro en sus mentes», explica. Es verdad: en los extras de uno de sus DVDs, por ejemplo, concretamente en la opción 'Relajación', aparece su voz profunda que dice: «Cierra los ojos, respira conmigo».
Mientras, en la tele aparecen unos paisajes. Rossi sabe que estas cosas levantan sospechas, por eso subraya su fidelidad al Papa. «Todo con su autorización», advierte. Es difícil creer que Ratzinger, que quiere imponer el gregoriano y el latín en misa, vea con buenos ojos los números de Rossi, pero él afirma que el pontífice «respeta mucho la diversidad». Asegura que en la misa sólo se permiten levantar las manos como signo de alabanza y que la jarana, donde aplica sus dotes de 'aerobic', sólo empieza después. De los 125 millones de católicos brasileños, 32 son 'carismáticos'. En 2000, el declive católico se paró.
Hay que saber cómo es Brasil para entenderlo. Rossi mira la competencia, a los pentecostalistas, y reconoce que son inteligentes. «¿Has visto sus iglesias? ¿Son gigantescas! Pero hacen bien, la gente no quiere iglesias pequeñas», opina. Él, por su parte, ha llenado Maracaná. Ésta es su receta: «La Iglesia tiene que aprender tres cosas. La acogida, hablar con sencillez sin perder calidad y aumentar su presencia». Hay cuatro pastores protestantes por cada sacerdote. Pero les bastan dos meses de cursillo, y un cura estudia siete años. «Esto me preocupa mucho», confiesa.
Buen comunicador, pone un ejemplo para defender su estilo. «¿Ves mi mano? Todos los dedos son distintos, pero todos son importantes. La Iglesia es unidad, no uniformidad. Para coger esta botella de agua necesito todos. Si quito algún dedo, se puede caer». Quita el último dedo, pero agarra la botella con la otra mano según cae. A Rossi no se le escapa una.
Fuente: Hoy digital
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