jueves, 10 de mayo de 2007

Hoy se reunen el Papa y Lula para hablar de justicia social


Llovía y hacía un frío invernal en la capital paulista, con viento y temperaturas inusualmente bajas, cuando el avión de Lula da Silva se posó en la base aérea militar contigua al aeropuerto internacional de Guarulhos. Veinte minutos después, aterrizaba en el mismo sitio la máquina de Alitalia que trajo al Papa Benedicto XVI. El Pontífice y el presidente se dirigieron juntos al hangar de la Fuerza Aérea y allí pronunciaron sus discursos. Ambos manifestaron "alegría", uno por ser recibido en Brasil y el otro por tener al jefe de la Iglesia Católica en el país. Pero detrás de esas expresiones de felicidad emergieron las diferencias políticas.

Lula reiteró diplomáticamente sus tesis, sobre las que se explayó varias veces los últimos días, donde recordó que el Estado brasileño y la Iglesia Católica tienen una "larga tradición de respeto mutuo" (o sea de separación entre ambos), una independencia que el presidente brasileño no tiene el más mínimo interés de quebrar. Esa frase representa también un pedido sutil a Benedicto XVI de evitar que esa charla derive hacia tópicos conflictivos, como el aborto o la planificación familiar. El presidente brasileño buscó de este modo limitar la agenda de la reunión reservada que ambos tendrán hoy en el Palacio de Bandeirantes, sede del gobierno paulista, a las 11 de la mañana. Se dice que esa cita reservada durará 50 minutos.

Al pisar suelo brasileño por primera vez como Sumo Pontífice, Ratzinger, quien no perdió palabra del discurso de Lula, decidió reforzar la posición de la iglesia al expresar que en Aparecida, durante la 5ª Conferencia del Episcopado de América Latina se defenderá con énfasis "el respeto por la vida, desde su concepción hasta su natural declinación". Todos entendieron el mensaje como una condena al aborto, a la eutanasia y al uso de embriones con fines de investigación científica.

Es más, durante su vuelo entre Roma y San Pablo, Benedicto XVI fue explícito ante periodistas que lo acompañaban al demandar la excomunión de políticos que en México votaron a favor de legalizar la interrupción del embarazo. Aquí lo leyeron como una elíptica amenaza contra el propio presidente de Brasil, quién había dejado hace un par de días las puertas abiertas para ese debate. Fue cuando señaló que el Estado no puede "abdicar" frente a la muerte de las jóvenes que intentan abortar mediante procedimientos arcaicos. "Es una cuestión de salud pública", sostuvo Lula frente a un centenar de radios católicas.

Lula planteó frente a Ratzinger que aguarda que la Iglesia lance una "cooperación internacional" para el combate "del hambre y la pobreza". Y recordó que las prioridades de su gobierno son combatir las causas de la disgregación de las familias, eliminar el hambre y dar atención de los segmentos más sufridos de nuestra juventud. "Sabemos que no hay cómo afirmar valores perennes de la persona humana sin ofrecer un futuro digno en todas sus dimensiones, materiales y espirituales", añadió.

No dejó de ser llamativo el fuerte abrazo que Lula le prodigó, en un gesto muy especial, al cardenal Claudio Hummes, ex arzobispo de San Pablo y actual titular de la Congregación para el Clero, cuya función precisamente es educar a los sacerdotes. El presidente de Brasil llegó a incluso a alabar al religioso frente a Benedicto XVI. Fuentes de Roma dejaron trascender que las relaciones entre Joseph Ratzinger y el cardenal brasileño distan de ser maravillosas. Mientras estuvo en Brasil, Hummes fue un hombre de ideas profundamente democráticas, antidictatoriales y progresistas.

Fuente: Clarin.com

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