jueves, 18 de enero de 2007

La semana de la unidad para orar y trabajar entre los cristianos


En algunos países, entre los que se encuentra Italia, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos es precedida por la Jornada de Reflexión Judeocristiana, que se celebra hoy precisamente, 17 de enero. Desde hace casi dos décadas, la Conferencia Episcopal Italiana dedica esta Jornada al judaísmo con el objetivo de promover el conocimiento y la estima y para incrementar la relación de amistad recíproca entre la comunidad cristiana y la judía, relación que se ha desarrollado positivamente tras el Concilio Vaticano II y tras la histórica visita del siervo de Dios Benedicto XVI a la Sinagoga Mayor de Roma. La amistad judeocristiana para crecer y ser fecunda también debe fundamentarse en la oración. Invito por tanto a todos a dirigir hoy una invocación insistente al Señor para que judíos y cristianos se respeten, se estimen y colaboren juntos por la justicia y la paz en el mundo.

Este año el tema bíblico propuesto a la reflexión común y a la oración en esta «Semana» es: «Hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Marcos 7, 37). Son las palabras del Evangelio de Marcos y se refieren a la curación de un sordomudo por parte de Jesús. En esta breve perícopa, el evangelista narra que el Señor, después de haber puesto los dedos en los oídos y después de haber tocado con la saliva la lengua del sordomudo, realizó el milagro diciendo: «Effatá», que significa, «¡Ábrete!». Al recuperar el oído y el don de la palabra, aquel hombre suscitó la admiración de los demás contando lo que le había sucedido. Todo cristiano, espiritualmente sordo y mudo a causa del pecado original, con el Bautismo recibe el don del Señor que pone sus dedos en la cara y, de este modo, a través de la gracia del Bautismo, es capaz de escuchar la palabra de Dios y de proclamarla a los hermanos. Es más, a partir de ese momento tiene la tarea de madurar en el conocimiento y en el amor de Cristo para poder anunciar y testimoniar con eficacia el Evangelio.

Este tema, al ilustrar dos aspectos de la misión de toda comunidad cristiana, el anuncio del Evangelio y el testimonio de la caridad, subraya también la importancia de traducir el mensaje de Cristo en iniciativas concretas de solidaridad. Esto favorece el camino de la unidad, pues se puede decir que todo alivio, aunque sea pequeño, que los cristianos ofrecen juntos al sufrimiento del prójimo, contribuye a hacer más visible también su comunión y su fidelidad al mandamiento del Señor.

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