El Papa desata la guerra de sastres
El "camauro" tiene una compañera: la muceta invernal -una pequeña capa, de terciopelo rojo con un tira delgada de armiño blanco.
El Papa resucitó ambas prendas y las usa cuando el intenso frío las exige, en sus recorridos en automóvil descubierto los miércoles invernales, para saludar e impartir bendiciones a los cientos de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
Mucho se ha especulado sobre el propósito de esta decisión. No han faltado quienes aseguran que es para llamar la atención de los fieles y conquistar más simpatías hacia su persona, ya que el recuerdo de su antecesor, Juan Pablo II, es todavía muy profundo.
Otras voces afirman que el Sumo Pontífice es muy friolento, por lo que recurrió a estas abrigadoras prendas.
Sin embargo, la versión oficial vaticana destaca el gran gusto del papa por los atuendos pontificios antiguos y su afán de revivirlos para dar más solemnidad a sus actividades cotidianas.
La casa Gammarelli -que ha vestido a los papas desde 1792- tuvo un desafortunado debut como sastre de Benedicto XVI, ya que ninguna de las tres vestimentas confeccionadas por ella, con antelación al cónclave en el que fue elegido Papa, sentó bien al cardenal Ratzinger, quien se vio obligado a vestir en las ceremonias iniciales una incómoda sotana cuyos faldones le quedaban a media pantorrilla, por lo cual, los calcetines estaban a la vista.
Molesto, el nuevo Papa decidió recurrir a otros dos sastres.
El primero es Rainero Mancellini -considerado un "advenidizo" en la elaboración de prendas eclesiástias por tener, apenas, 20 años de experiencia en competir directamente con la ya bicentenaria Casa Gammarelli-. No obstante, Mancellini asegura que su experiencia personal rebasa con mucho a la de cualquiera de los sastres actuales del secular establecimiento.
El segundo es Alessandro Cattaneo, el sastre que vistió al pontífice cuando era todavía cadernal, y de quien poco se sabe.
Según el diario milanés El Corriere de la Sera, el actual pontífice -para apaciguar la llamada "guerra de los sastres" que se desató- optó por una decisión salomónica: utilizar a Cattaneo para su vestuario "privado", mientras que los otros dos se mantienen como suministradores de ropa estrictamente ritual.
Benedicto XVI pasea en el papamóvil protegiéndose del sol con finos anteojos de Gucci (que cuestan el equivalente a unos 6 mil 300 pesos), y calza habitualmente zapatos de la reconocida marca Prada (en pesos, más de 7 mil). Eso ha dado pie a que algunos refunfuñones aseguren que esos son lujos que el llorado Juan Pablo II no se hubiera dado.
Fuentes vaticanas han salido al combate de las críticas.
Aseguran que las sandalias que usaba el antiguo Papa resultaban más caras, por ser piezas únicas, especialmente confeccionadas a la medida del pontífice fallecido, que los mocasines de la casa italiana Prada.
Por lo que a las gafas se refiere, se argumenta que el polaco no acostumbraba moverse en el automóvil descubierto cuando el sol pegaba fuerte. Por otra parte, no se trata de compras hechas por el Vaticano sino de obsequios directos que la propia casa Gucci hace al sumo pontífice católico.
Benedicto XVI es tan cuidadoso en el vestir, sobre todo para las más solemnes ceremonias, que lleva consigo sus propios ornamentos cuando sale de viajes pastorales y sólo acepta ponerse las mitras y estolas que le obsequian.
Fuente: Vatican. va
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