viernes, 6 de abril de 2007

El Papa explica la semana santa


Benedicto XVI es, ante todo, teólogo y profesor. Y, cuando puede, desarrolla sus dotes. Con la ventaja de que antes su público se reducía a un aula de futuros sacerdotes ede universidades alemanas, y ahora son todos los católicos los que pueden disfrutar de su incomparable capacidad para transmitir sus conocimientos. Ayer, de nuevo volvió a sacar sus mejores recursos didácticos para explicar la Semana Santa a las miles de personas que se congregaron en la plaza de San Pedro para la audiencia general de los miércoles. El Papa destacó que «también hoy Cristo vence con su amor el pecado y la muerte», porque el «misterio Pascual, que el Triduo Santo nos hará revivir, no es sólo un recuerdo de una realidad pasada, sino una realidad actual».

Por ello, enfatizó que «el Mal, en todas sus formas, no tiene la última palabra. ¡El triunfo final es de Cristo, de la verdad y del amor! Si con Él estamos dispuestos a sufrir y a morir, nos recordará san Pablo en la Vigilia Pascual, su vida se convierte en nuestra vida. En esta certeza se basa y se edifica nuestra existencia cristiana». No podía acabar de otra forma que no fuera invitando a participar con «fervor» a los fieles en estas fiestas. Pero antes, había realizado un amplio repaso a todos las celebraciones de la Semana Santa, y, en un ejercicio de catequética, fue desgranando, uno a uno, los elementos clave de cada uno de los días.

Comenzó, el Papa, con la Misa Crismal, que se celebra en la mañana del jueves [aunque en algunas diócesis se adelanta al martes o el miércoles para facilitar la presencia de los sacerdotes], «puede ser considerada como el preludio al Triduo Santo». En ella, los obispos y «sus más estrechos colaboradores, los presbíteros, rodeados por el pueblo de Dios», renuevan las promesas formuladas el día de su ordenación sacerdotal. Para Benedicto XVI se trata de «un momento de fuerte comunión eclesial, que pone de relieve el don del sacerdocio ministerial dejado por Cristo a su Iglesia, la vigilia de su muerte en la cruz». «Es un día que toca todos nuestros corazones». El Papa explicó después cómo en esta misa se bendicen los óleos para la celebración de los sacramentos, que se van a usar a lo largo del todo el año: «El óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el santo crisma». Benedicto XVI recordó que con la misa de la Cena del Señor, que se celebra en la tarde de hoy, se inicia propiamente el Triduo Pascual. Con esta celebración «la comunidad cristiana revive, todo lo que ocurrió en la Última Cena».

El Papa explicó ayer que Cristo quiso «anticipar» en el cenáculo «el sacrificio de su vida: allí anticipa su muerte, da libremente su vida y ofrece el don definitivo de sí mismo a la humanidad». El Pontífice recordó que con el lavatorio de los pies, que el mismo realizará hoy en la basílica de San Pedro, «se repite el gesto con el cual Él [Jesucristo] habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final, y dejó a sus discípulos como distintivo suyo, este acto de humildad, de amor hasta la muerte». Incidió en la adoración al Santísimo Sacramento que propone la liturgia para después de esta misa, como recuerdo «de la agonía de Jesús en Getsemaní». «Hoy también nos dormimos a menudo, nosotros sus discípulos», recordó el Papa, pero en esta noche «queremos estar vigilantes, no queremos dejar solo al Señor en esta hora; así podemos comprender mejor el misterio» de este día. Benedicto XVI definió el Viernes Santo como «una jornada de penitencia, de ayuno y de oración, de participación en la Pasión del Señor».

La liturgia en este día se reduce a la celebración de la muerte del Señor, donde la comunidad cristiana recorre «la historia de la infidelidad humana al designio divino», y vuelve a escuchar la narración «de la pasión dolorosa del Señor». Más tarde, recordó ayer el Papa, se dirige «al Padre celeste una larga “oración de los fieles” que abraza todas las necesidades de la Iglesia y del mundo». Y no olvidó una referencia a la adoración de la cruz y al Via Crucis. «Un día en el que la liturgia calla, el día del gran silencio».

Así definía ayer el Papa al Sábado Santo, día en que invitaba a los cristianos a un «recogimiento interior» para preparar mejor la Vigilia Pascual. Benedicto XVI también destacó cómo en muchas comunidades se organizan «retiros espirituales y encuentros de oración mariana, para unirse a la Madre del redentor, que espera con trepidante confianza la resurrección de Hijo crucificado». Y así, el itinerario que supone la Semana Santa, llega a su fín en la Vigilia Pascual, cuando «el velo de tristeza que envuelve a la Iglesia por la muerte y la sepultura del Señor será rasgado por el grito de victoria: ¡Cristo ha resucitado y ha derrotado para siempre la muerte!», concluyó.

Fuente: Ecclesia

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