Dos días atrás Benedicto XVI difundió una exhortación apóstolica “Sacramentum caritatis”, como conclusión del sínodo de los obispos sobre el tema de la Eucaristía, que se llevó a cabo en Roma en octubre de 2005.
El documento tiene la magniminidad de una enciclíca. Al punto tal que con la enciclíca “Deus Caritas Est” tiene mucho en común, partiendo desde la palabra clave del título. El mismo Benedicto XVI, escribe en la introducción: "Deseo relacionar la presente exhortación con mi primera carta encíclica Deus caritas est".
La “Sacramentum caritatis” debe ser leída completamente. Ya que, por un lado, ésta recalca el índice de los argumentos que fueron discutidos en el sínodo, pero por otro lado, tiene la huella unificadora de la visión de Benedicto XVI, una visión en la cual "la celebración eucarística aparece aquí con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial".
La tarea del lector será la de saborear esta visión unificadora, que solamente una lectura continuitiva e integral puede ofrecer:
> "Sacramento de la caridad, la santísima Eucaristía..."
Aquí a continuación hay una hoja de apuntes con las numerosas cuestiones que Benedicto XVI enfrenta o menciona, página tras página, en su exhortación apostólica:
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MISAL DE SAN PIO V
Benedicto XVI lo cita en el párrafo 3, recordando con admiración y gratitud "cómo se han desarrollado ordenadamente en el tiempo las formas rituales" con las cuales se ha celebrado y se celebra la misa, hasta la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II con sus "riquezas no descubiertas del todo". Y observa: “En concreto, se trata de leer los cambios indicados por el Concilio dentro de la unidad que caracteriza el desarrollo histórico del rito mismo, sin introducir rupturas artificiosas".
El rechazo de estas "rupturas artificiosas" – según lo que dijo el papa en el discurso, citado en una nota, a la curia romana del 22 de diciembre de 2005, sobre la correcta interpretación del Concilio – es uno de los motivos por los cuales Joseph Ratzinger justifica la permanencia en uso del rito tridentino.
ÚLTIMA CENA
En el párrafo 11, después de haber descrito la última cena realizada por Jesús con los apóstoles con el rito judío, Benedicto advierte: “Para nosotros los cristianos, ya no es necesario repetir aquella cena", porque en relación a ella la Eucaristía señala una novedad radical y es esta novedad a la cual Jesús se refiere diciendo que “Hagan esto, en mi memoria”.
La referencia del Papa va dirigida a aquellas comunidades –por ejemplo los neocatecumenales – que insisten en celebrar la misa como un banquete, imitando la última cena.
TRANSUBSTANCIACIÓN
La palabra aparece en el parrafo 13. Junto a una referencia a los fieles a tener una "conciencia más clara" de la riqueza de las palabras de la consagración y de la “epíclesis", la invocación “al Padre para que haga descender el don del Espíritu a fin de que el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y la sangre de Jesucristo".
ORTODOXOS Y PROTESTANTES
En el párrafo 14, Benedicto XVI subraya que es la Eucaristía la que unifica a la Iglesia, y en efecto, en el párrafo siguiente, él llama “Iglesias” a la Iglesia católica y las Iglesias Ortodoxas ya que "han conservado la auténtica e íntegra naturaleza del misterio de la Eucaristía", a diferencia de las simples “comunidades” nacidas a causa de la reforma protestante, en las cuales el "carácter eclesial de la Eucaristía" es más que nada materia de diálogo ecuménico.
CONFIRMACIÓN Y PRIMERA COMUNIÓN
En el párrafo 16, el papa escribe que es necesario prestar atención a la secuencia con la cual se administran los sacramentos de iniciación: el bautismo, la confirmación, la eucaristía. En efecto, en numerosas parroquias y diócesis de todo el mundo la confirmación es suministrada en última instancia. Para Benedicto XVI es necesario “verificar” esta práctica, porque el riesgo es que la Eucaristía no tenga el lugar que le corresponde, "como aquello a lo que tiende toda la iniciación".
COMUNIÓN Y CONFESIÓN
En el párrafo 20 y también en el 55 Benedicto XVI advierte que llevar a cabo la comunión siempre, como un automatismo, "como si por el sólo hecho de encontrarse en la iglesia durante la liturgia se tenga ya el derecho o quizás incluso el deber de acercarse a la mesa eucarística". El motivo de esta “actitud superficial”, escribe, es la difusa pérdida de la concepción del pecado. Para comulgar es necesaria “la gracia de Dios”. En el párrafo siguiente, el papa anima a los fieles a confesarse frecuentemente, y aclara que la forma ordinaria de confesión debe ser la individual "limitando la praxis de la absolución general exclusivamente a los casos previstos".
VIÁTICO
En el párrafo 22, el Papa recomienda llevar la Eucaristía a los enfermos: una práctica que en numerosos lugares peligra caer en desuso.
ORDENACIÓN SAGRADA
En el párrafo 23, Benedicto XVI dirige un severo reclamo en contra de aquellos que creen que es suficiente estar bautizados para celebrar la misa, y como consecuencia, actúan dejando de lado a los sacerdotes: “La doctrina de la Iglesia considera la ordenación sacerdotal condición imprescindible para la celebración válida de la Eucaristía".
Sin embargo, a continuación, el papa pone en advertencia a los sacerdotes que no deben sustituir ellos mismo a Jesús. Los exhorta a celebrar con humildad, “evitando todo lo que pueda dar precisamente la sensación de un protagonismo inoportuno".
CELIBATO SACERDOTAL
"No basta con comprender el celibato sacerdotal en términos meramente funcionales", escribe Benedicto XVI en el párrafo 24. "El hecho de que Cristo mismo, sacerdote para siempre, viviera su misión hasta el sacrificio de la cruz en estado de virginidad es el punto de referencia seguro para entender el sentido de la tradición de la Iglesia latina a este respecto".
"Respetando la praxis y las tradiciones orientales diferentes", él confirma el "carácter obligatorio para la tradición latina" del celibato sacerdotal, "como signo que expresa la dedicación total y exclusiva a Cristo, a la Iglesia y al Reino de Dios".
Para cautivar válidas vocaciones – dice el papa en párrafo siguiente – "hace falta sobre todo tener la valentía de proponer a los jóvenes la radicalidad del seguimiento de Cristo, mostrando su atractivo".
POLIGAMIA
En el párrafo 28, Benedicto XVI menciona el problema de quien se convierte en cristiano "proveniendo de culturas en que se practica la poligamia". Para éstos, la comunión eucarística será admitida sólo cuando arribarán "a la plena verdad del amor" con una sola mujer, "a través de las renuncias necesarias".
DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR
Escribe Benedicto XVI en el párrafo 29: "Se trata de un problema pastoral difícil y complejo, una verdadera plaga en el contexto social actual, que afecta de manera creciente incluso a los ambientes católicos. Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las diversas situaciones, para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados. El sínodo de los obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía. Sin embargo, los divorciados vueltos a casar, a pesar de su situación, siguen perteneciendo a la Iglesia, que los sigue con especial atención, con el deseo de que, dentro de lo posible, cultiven un estilo de vida cristiano mediante la participación en la santa Misa, aunque sin comulgar, la escucha de la Palabra de Dios, la adoración eucarística, la oración, la participación en la vida comunitaria, el diálogo con un sacerdote de confianza o un director espiritual, la entrega a obras de caridad, de penitencia, y la tarea educativa de los hijos”.
"Donde existan dudas legítimas sobre la validez del matrimonio sacramental contraído, se debe hacer lo que sea necesario para averiguar su fundamento. Es preciso también asegurar, con pleno respeto del derecho canónico, que haya tribunales eclesiásticos en el territorio, su carácter pastoral, así como su correcta y pronta actuación. En cada diócesis ha de haber un número suficiente de personas preparadas para el adecuado funcionamiento de los tribunales eclesiásticos. Recuerdo que es una obligación grave hacer que la actividad institucional de la Iglesia en los tribunales sea cada vez más cercana a los fieles. Sin embargo, se ha de evitar que la preocupación pastoral sea interpretada como una contraposición con el derecho. Más bien, se debe partir del presupuesto de que el amor por la verdad es el punto de encuentro fundamental entre el derecho y la pastoral: en efecto, la verdad nunca es abstracta, sino que se integra en el itinerario humano y cristiano de cada fiel. Por esto, cuando no se reconoce la nulidad del vínculo matrimonial y se dan las condiciones objetivas que hacen la convivencia irreversible de hecho, la Iglesia anima a estos fieles a esforzarse en vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, como amigos, como hermano y hermana; así podrán acercarse a la mesa eucarística, según las disposiciones previstas por la praxis eclesial. Para que semejante camino sea posible y produzca frutos, debe contar con la ayuda de los pastores y con iniciativas eclesiales apropiadas, evitando en todo caso la bendición de estas relaciones, para que no surjan confusiones entre los fieles sobre del valor del matrimonio”.
"Debido a la complejidad del contexto cultural en que vive la Iglesia en muchos países, el sínodo recomienda tener el máximo cuidado pastoral en la formación de los novios y en la verificación previa de sus convicciones sobre los compromisos irrenunciables para la validez del sacramento del matrimonio. Un discernimiento serio sobre este punto podrá evitar que los dos jóvenes, movidos por impulsos emotivos o razones superficiales, asuman responsabilidades que luego no sabrían respetar. El bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del matrimonio, y de la familia fundada sobre él, es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal".
BELLEZA
A la belleza de la celebración y del arte litúrgico, Benedicto XVI le dedica el párrafo 35: "No es mero esteticismo sino el modo en que nos llega, nos fascina y nos cautiva la verdad del amor de Dios en Cristo". Y aún: "No es un elemento decorativo de la acción litúrgica; es más bien un elemento constitutivo, ya que es un atributo de Dios mismo y de su revelación. Conscientes de todo esto, hemos de poner gran atención para que la acción litúrgica resplandezca según su propia naturaleza".
ARTE SAGRADA
En el párrafo 40, después de haber pedido respeto por los actuales libros litúrgicos, el papa subraya –en contra de los repetidos abusos – que "la sencillez de los gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de añadiduras inoportunas".
En el siguiente párrafo escribe: "Un conocimiento profundo de las formas que el arte sacro ha producido a lo largo de los siglos puede ser de gran ayuda para los que tienen la responsabilidad de encomendar a arquitectos y artistas obras relacionadas con la acción litúrgica. Por tanto, es indispensable que en la formación de los seminaristas y de los sacerdotes se incluya la historia del arte como materia importante, con especial referencia a los edificios de culto, según las normas litúrgicas. Es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza".
MÚSICA SAGRADA
En el párrafo 42, Benedicto XVI advierte sobre la mala música que invadió demasiadas celebraciones y defiende el canto gregoriano:
"La Iglesia, en su bimilenaria historia, ha compuesto y sigue componiendo música y cantos que son un patrimonio de fe y de amor que no se ha de perder. Ciertamente, no podemos decir que en la liturgia sirva cualquier canto. A este respecto, se ha de evitar la fácil improvisación o la introducción de géneros musicales no respetuosos del sentido de la liturgia. Como elemento litúrgico, el canto debe estar en consonancia con la identidad propia de la celebración. Por consiguiente, todo —el texto, la melodía, la ejecución— ha de corresponder al sentido del misterio celebrado, a las partes del rito y a los tiempos litúrgicos. Finalmente, si bien se han de tener en cuenta las diversas tendencias y tradiciones tan loables, deseo, como han pedido los Padres sinodales, que se valore adecuadamente el canto gregoriano como canto propio de la liturgia romana".
LITURGIA DE LA PALABRA Y HOMI LÍA
En el párrafo 45 el papa recomienda "que en la liturgia se ponga gran atención a la proclamación de la Palabra de Dios por parte de lectores bien instruidos" y que los fieles sean educados "a apreciar los tesoros de la Sagrada Escritura" leyéndola y rezando con ella.
En el párrafo siguiente, pide a los sacerdotes preparar adecuadamente las homilías, evitando que sean “genéricas o abstractas". Para exponer los puntos claves de la doctrina católica, les aconseja utilizar el Catecismo de la Iglesia Católica.
OFERTORIO
El ritual de llevar los dones al altar durante el ofertorio, escribe el papa en el párrafo 47, "para ser vivido en su auténtico significado, no necesita ser enfatizado con añadiduras superfluas". Retornan en la mente ciertas versiones teatrales y de folclores del rito, de moda en los viajes de Juan Pablo II.
DAR LA PAZ
En el párrafo 49, Benedicto XVI recuerda que durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la comunión". En una nota a pie de página el papa agrega haber "pedido a los dicasterios competentes que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz en otro momento, por ejemplo, antes de la presentación de las ofrendas en el altar". Lo que ya ocurre desde tiempo, por ejemplo, en el rito ambrosiano que se celebra en la archidiócesis de Milán.
COMUNIÓN NO PARA TODOS
En el párrafo 50, Benedicto XVI llama la atención a la repetida presencia en las misas de personas no practicantes, de visitantes extranjeros, de no católicos, de personas pertenecientes a otras religiones, y también de personas que "están en una situación de vida que no les permite recibir los sacramentos". En estos casos incita a buscar expresiones breves y eficaces para hacer presente a todos, el sentido de la comunión sacramental y las condiciones para recibirla. En el caso de que no sea posible garantizar "la debida claridad sobre el sentido de la Eucaristía", el papa sugiere sustituir la misa con "una celebración de la Palabra de Dios".
ITE, MISSA EST
En el párrafo 51, inspirándose en la fórmula conclusiva de la misa latina, Benedicto XVI incita a los fieles a ser misioneros en el mundo, con nuevos textos "debidamente aprobados" para la oración y la bendición final, que explicitan tal significado.
INTERCOMUNIÓN
Con los cristianos pertenecientes a Iglesias y comunidades no católicas Benedicto XVI, en el párrafo 56, remarca la prohibición de celebrar juntos la eucaristía. "No obstante, es verdad que, de cara a la salvación, existe la posibilidad de admitir individualmente a cristianos no católicos a la Eucaristía, al sacramento de la penitencia y a la unción de los enfermos. Pero eso sólo en situaciones determinadas y excepcionales, caracterizadas por condiciones bien precisas. Éstas están indicadas claramente en el Catecismo de la Iglesia Católica".
LENGUA LATINA
En el párrafo 62, Benedicto XVI escribe que cuando los fieles pertenecen a diferentes naciones, no se debe temer a celebrar la misa en latín y con el canto gregoriano. Y agrega: "Más en general, pido que los futuros sacerdotes, desde el tiempo del seminario, se preparen para comprender y celebrar la santa Misa en latín, además de utilizar textos latinos y cantar en gregoriano; se procurará que los mismos fieles conozcan las oraciones más comunes en latín y que canten en gregoriano algunas partes de la liturgia".
MISAS EN GRUPO
En el párrafo 63, el papa advierte los riesgos de las celebraciones en pequeños grupos, como acontece en el Camino Neocatecumenal: "Aun reconociendo el valor formativo que tienen estas iniciativas, conviene precisar que han de estar en armonía con el conjunto del proyecto pastoral de la diócesis. En efecto, dichas experiencias perderían su carácter pedagógico si se las considerara como antagonistas o paralelas respecto a la vida de la Iglesia".
ADORACIÓN EUCARISTICA
A la adoración eucarística de la ostia consagrada, Benedicto XVI dedica cuatro párrafos, del 66 al 69. Recuerda que, en un principio, después del Concilio se objetaba en contra de la adoración, que "el Pan eucarístico no habría sido dado para ser contemplado, sino para ser comido". Objeción que el papa considera infundada. En efecto, en varias ocasiones Benedicto XVI ha demostrado querer restituirle a la adoración eucarística su lugar central. Recomienda también que el tabernáculo en las iglesias, sea un lugar visible y digno, "evitando poner delante la sede del celebrante".
PRECEPTO FESTIVO
En los párrafos del 72 al 74, el papa remarca el precepto de ir a misa el domingo. Ignacio de Antioquía, ya en siglo II, definía a los cristianos "iuxta dominicam viventes" (los que viven según el domingo). No santificar este día "es síntoma de una pérdida del sentido auténtico de la libertad cristiana, la libertad de los hijos de Dios".
AUSENCIA DEL SACERDOTE
En aquellas regiones, donde el escaso número de sacerdotes imposibilita la celebración de la misa dominical, Benedicto XVI, en el párrafo 75, exhorta a las comunidades cristianas a reunirse igualmente a leer las Escrituras y a rezar: "Sin embargo, esto debe realizarse en el contexto de una adecuada instrucción acerca de la diferencia entre la santa Misa y las asambleas dominicales en ausencia de sacerdote".
COHERENCIA ENTRE EUCARISTÍA Y POLÍTICA
En el párrafo 83 el papa escribe: "Es importante notar lo que los padres sinodales han denominado coherencia eucarística, a la cual está llamada objetivamente nuestra vida. En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana. Esto tiene además una relación objetiva con la Eucaristía (cf. 1 Co 11,27-29). Los obispos han de llamar constantemente la atención sobre estos valores. Ello es parte de su responsabilidad para con la grey que se les ha confiado".
A COSTE DE LA VIDA
En el párrafo 87, Benedicto XVI escribe que en ciertos países ir a misa requiere de coraje: "En muchas regiones del mundo el mero hecho de ir a la Iglesia es un testimonio heroico que expone a las personas a la marginación y a la violencia. En esta ocasión, deseo confirmar también la solidaridad de toda la Iglesia con los que sufren por la falta de libertad de culto. Allí dónde falta la libertad religiosa, lo sabemos, falta en definitiva la libertad más significativa, ya que en la fe el hombre expresa su íntima convicción sobre el sentido último de su propia vida".
"SINE DOMINICO NON POSSUMUS"
En conclusión, en el párrafo 95, Benedicto XVI retorna sobre la vital importancia de ir a misa. Recuerda: "A principios del s. IV, el culto cristiano estaba todavía prohibido por las autoridades imperiales. Algunos cristianos del Norte de África, que se sentían en la obligación de celebrar el día del Señor, desafiaron la prohibición. Fueron martirizados mientras declaraban que no les era posible vivir sin la Eucaristía, alimento del Señor: Sine dominico non possumus".
Y continúa: "Nosotros tampoco podemos vivir sin participar en el Sacramento de nuestra salvación y deseamos ser iuxta dominicam viventes, es decir, llevar a la vida lo que celebramos en el día del Señor. En efecto, este es el día de nuestra liberación definitiva. ¿Qué tiene de extraño que deseemos vivir cada día según la novedad introducida por Cristo con el misterio de la Eucaristía?".
Fuente: Agencia Vaticana