domingo, 11 de febrero de 2007

El Papa recuerda en la fiesta de la Virgen de Lourdes a los enfermos


La Iglesia hace memoria hoy de la primera aparición de la Virgen María a santa Bernadette, acaecida el 11 de febrero de 1858, en la gruta de Massabielle, en Lourdes. Un acontecimiento prodigioso que ha hecho de esa localidad, situada en los Pirineos franceses, un centro mundial de peregrinaciones y de intensa espiritualidad mariana.

En aquel lugar, desde hace ya casi 150 años, resuena con fuerza el llamamiento de la Virgen a la oración y a la penitencia, eco casi permanente de la invitación con la que Jesús comenzó su peregrinación en Galilea: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva» (Marcos 1,15). Ese santuario se ha convertido, además, en meta de numerosos peregrinos enfermos, que al ponerse a la escucha de María Santísima, reciben aliento para aceptar sus sufrimientos y para ofrecerles por la salvación del mundo, uniéndoles a los de Cristo crucificado.

A causa de este lazo entre Lourdes y el sufrimiento humano, hace quince años, el querido Juan Pablo II quiso que, con motivo de la fiesta de la Virgen de Lourdes, se celebrara también la Jornada Mundial del Enfermo. Este año, el corazón de esta celebración se encuentra en la ciudad de Seúl, la capital de Corea del Sur, adonde he enviado como representante al cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud. A él y a cuantos están allí congregados les envío un cordial saludo.

Quisiera extender mi saludo a los agentes sanitarios de todo el mundo, consciente de la importancia que tiene en nuestra sociedad su servicio a los enfermos. Sobre todo deseo manifestar mi cercanía espiritual y mi afecto a nuestros hermanos y hermanas enfermos, con un particular recuerdo para aquellos que están afectados por enfermedades particularmente graves o dolorosas: a ellos se dedica en particular en esta Jornada nuestra atención. Es necesario apoyar el desarrollo de los tratamientos paliativos que ofrezcan una asistencia integral y que dispensen a los enfermos incurables ese apoyo humano y acompañamiento espiritual que tanto necesitan.

Fuente: Zenit.org

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