lunes, 18 de diciembre de 2006

Benedicto XVI es el Papa de la razon y de la palabra


Juan Manuel Mora acaba de dejar la dirección de comunicación del Opus Dei para todo el mundo, cargo que ha ocupado en Roma durante los últimos 15 años. Su labor ha culminado con la campaña informativa que el Opus desarrolló para contrarrestar «El Código da Vinci», nóvela y película que condujeron a muchos británicos -según una encuesta- a creer que una conspiración encabezada por el Opus ha deformado la historia de la Iglesia y a pensar que miembros de la prelatura fundada por San Josemaría Escrivá han cometido asesinatos. Mora, analista de los fenómenos de la comunicación, mantuvo el pasado miércoles, en Valladolid, un coloquio con periodistas para explicar la campaña contra el «Código», elaborada con el concurso de especialistas en periodismo, teólogos o abogados y realizada bajo la supervisión del prelado del Opus Dei, Javier Echevarría. En síntesis, la estrategia de la Obra consistió en contrarrestar «publicidad con periodismo», es decir, ante la enorme campaña publicitaria de Sony -productora de la película-, ofrecer a los periodistas y medios una imagen transparente del Opus.
-Acaba el año del «Código».

-Fue un mal comienzo y un buen final. Era algo que se nos venía encima, como un huracán: una novela y una película que deforman la historia del Evangelio, de la Iglesia y del Opus Dei. Con la ayuda de muchos periodistas en todo el mundo hemos podido demostrar que la realidad no coincide con la ficción. Ha habido una parte buena. Mucha gente ha sabido a través de los medios que la trama de esa novela es totalmente inventada. Mucha gente ha conocido aspectos de la Iglesia y del Opus. En nuestro caso, en muchos lugares, como EE UU, o Rusia, o Hong Kong, mucha gente ha sabido del Opus Dei y se ha informado. En EE UU, durante el mes de mayo, un millón de personas distintas visitó nuestra página web en un país en el que hay 3.000 miembros de la Obra. Es un número insólito. Unas 30.000 personas estuvieron una hora o más visitando la página. No fue sólo un «click», fue una información detenida. Hemos recibido miles de mensajes de personas que quieren conocer más.
-El Opus pidió a Sony que cambiara elementos de la película. ¿Hubo respuesta?

-El vicario de EE UU les escribió tres cartas pidiendo ser recibido y sólo contestaron con acuse de recibo. La empresa mantuvo su plan: hacer una película y venderla sin mirar a los lados.
-¿En qué momento se encuentran las comunicaciones del Vaticano, tras el relevo de Navarro Valls, del Opus, por el jesuita Lombardi?

-Juan Pablo II es irrepetible, y Navarro Valls lo es también. La caída del muro, el atentado, los 26 años de pontificado, los 150 países visitados son episodios irrepetibles, y lo ha dicho el mismo Benedicto XVI. Estamos en un momento diferente, ni mejor, ni peor. Juan Pablo II era el Papa de la imagen, y Benedicto XVI es el de la palabra. Juan Pablo taladraba las cámaras de televisión, en las grandes concentraciones, en las jornadas de la juventud, con los gestos en Jerusalén, o en la cárcel con Ali Agca, con su presencia física, con su voz, durante muchos años. Era un Papa para la televisión. Benedicto XVI es un Papa de palabras, de argumentos, de ideas, de textos... Juan Pablo II es el Papa del coraje; Benedicto XVI, de la razón. No va a romper, va a convencer. La estrategia de comunicación tiene que adaptarse a la persona: tendría que ser una comunicación argumentativa, dirigida a la cabeza de la gente, también al corazón, pero no tanto de gestos.
-¿Es fruto de una campaña de comunicación el que la imagen de Benedicto XVI haya cambiado desde su elección -el «rottweiler de Dios», «el nazi», «el inquisidor», según algunos periódicos- hasta lo que hoy se percibe?
-La imagen de Ratzinger estaba construida en forma de estereotipo, por su cargo en la Doctrina de la Fe. Los que le conocen personalmente dicen que es una persona dulce, amable, escuchadora, comprensiva, cortés, y eso emergió durante el cónclave, que fue cuando se rompió el estereotipo. La gente lo vio con una autoridad personal natural, y los medios vivían del estereotipo, pero no tuvieron ningún problema en reconocer la realidad. Quienes quedaron fuera de juego fueron los promotores del estereotipo, que no son los periodistas.
-¿Hans Küng, por ejemplo?

-Küng conocía a Ratzinger y sabía que no era un monstruo inquisidor. Lo decía porque le convenía: él era la víctima de un inquisidor despiadado. En el momento en que queda patente que no lo era, a Küng le convenía dar el cambio, porque quedaba bien como hombre flexible. No ha cambiado Benedicto XVI, ha cambiado Hans Küng. El Papa también tuvo un gesto de gran magnanimidad al dirigirse a él en primera persona, sin ningún resentimiento. Ha mostrado su grandeza, por su humildad. Y Küng ha demostrado talento.
-Usted sostiene que la «marca» Opus Dei es compleja.
-Es una palabra en latín, que suena a misterio, que contiene la palabra Dios, que tiene una «u», y que corresponde a una institución que nace en España... Es fácil convertirla en estereotipo y fácil atribuirle propiedades de modo simplificador. En ese sentido, tiene su complejidad. Ahora bien, sirve para todos los países, funciona muy bien en todos los idiomas, y en todos los titulares periodísticos va maravillosamente. Por ejemplo, algún periodista nos ha dicho que es la portada perfecta, sobre todo en revistas: «Los secretos del Opus», o «Los misterios del Opus», o «Dentro del Opus»... En ese sentido resulta difícil entrar en el matiz, distinguir, explicar cosas no simples, y una institución de la Iglesia, por definición, es una cosa no simple. Hay elementos humanos, históricos, elementos internacionales, nacionales, sobrenaturales, aciertos, errores, puntos de vista... Para una información correcta, el Opus necesita una aproximación matizada y, con esa marca, es a veces difícil.
-Por encima de ello sobrevuela una desconfianza casi instintiva de las autoridades eclesiásticas hacia los medios.
-No hacia los periodistas, pero sí hacia los medios, y creo que procede de experiencias negativas, es decir, los días que estos señores se han levantado, han abierto el periódico y han leído un titular que es lo contrario de lo que ellos declararon el día anterior, o en el sentido, o en la literalidad, o en la frivolidad, cuando no en la hostilidad. Hay un poco de desconfianza hacia la comunicación, y hay que curarla, pero también la que hay en los medios hacia la Iglesia, una cierta hostilidad preventiva, un cierto prejuicio. Es un aprendizaje mutuo.
-A raíz del «Código» el Opus ha optado por la transparencia.

-La decisión de transparencia había sido tomada bastante antes, pero ahora es cuando ha alcanzado su máximo nivel. Es un proceso de maduración, ya que uno de los efectos de la comunicación es que te saca de la autorreferencia de tu mundo y, al intentar contarlo a otros que están muy lejos de ti, ese esfuerzo te madura.
-Usted deja el centro del mundo, el Vaticano, a los 49 años, a la vez que Navarro Valls. ¿Repliegue del Opus?

-Un cambio es una regeneración y yo lo planteé. Además, un cristiano siempre sigue en Roma. la salida de ambos ha sido coincidencia. Yo me he venido cuando ha terminado todo lo del «Código». El de él era otro ciclo: llevaba 22 años.

Fuente: La Nueva España

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