sábado, 9 de diciembre de 2006

La maquinaria de comunicacion del Vaticano tiene sus despistes



El Papa Joseph Ratzinger no usa la computadora, los discursos y las homilías que le interesan más los escribe a mano, con su caligrafía pequeña, o dicta, o bien no predispone nada por escrito e improvisa. Transcribir, traducir, hacer llegar su palabra a un auditorio vasto como el mundo no es fácil, pero es precisamente lo que Benedicto XVI espera de la maquinaria comunicadora vaticana. Objetivo esencial para un Papa “doctor de la Iglesia”.

Ni siquiera el elemental trabajo de las traducciones funciona bien en un estado tan políglota como el Vaticano.

Por ejemplo, las traducciones al francés y al portugués de la lección Papal de Ratisbona del 12 de setiembre (4), o sea el texto más famoso y discutido de este pontificado, aparecieron en el sitio web del Vaticano 35 días después. La versión española en 43 días. La árabe, preparada por la secretaría de estado a mitad de setiembre e inmediatamente distribuida en las cancillerías de los países musulmanes, es inaccesible al gran público todavía hoy. Espera aún dar los pocos pasos que la separan del escritorio al sitio web.

En el verano del 2005 Sodano y Navarro-Valls pelearon en público, acusándose recíprocamente de haber hecho daño a Benedicto XVI, que en un Angelus, al recordar las últimas matanzas terroristas y confiándose del apunte que le había sido dado, había omitido a Israel.

Pero tampoco ahora que el nuevo secretario de estado es el cardenal Tarcisio Bertone y el nuevo director de la sala de prensa es el padre Federico Lombardi, las cosas van mucho mejor en el aspecto de las comunicaciones.

Lombardi continúa dirigiendo además la Radio Vaticana, que es un hueco todavía más negro que “L’Osservatore Romano”. En el 2005 la radio registró un pasivo de 23,5 millones de euros y su sintonía es humillante respecto a las de otras emisoras católicas como Radio María, incomparablemente más eficaz en el hacer llegar a un vasto público la palabra del Papa.

Pero jesuita es también el padre Thomas Michel, el islamólogo que revisaba los discursos de Juan Pablo II sobre el tema. El pasado 25 de setiembre, precisamente cuando Benedicto XVI estaba ocupado en aclarar a decenas de embajadores de países musulmanes reunidos en Castel Gandolfo el “sentido verdadero” de su lección de Ratisbona, el padre Michel explicaba a los numerosos radioyentes del sitio internet de Yusuf Qaradawi, el jeque de más éxito del mundo árabe, que el Papa se había equivocado de lleno.

Y son jesuitas también los escritores de "La Civiltà Cattolica”, la histórica revista romana que por estatuto está al total servicio del Papa. Un lunes sí y otro no su director, el padre Gianpaolo Salvini, sube a la secretaria de estado con los borradores de los artículos en preparación, que son leídos y modificados, a veces cancelados, antes de recibir la autorización de ir a imprenta.

Pues en el último número de octubre de “La Civiltà Cattolica” se publicó un editorial —autorizado quién sabe por quién— que en nueve páginas describe con precisión científica la visión del mundo del Islam violento, su voluntad de someter el planeta, de eliminar Israel, de hacer explotar a sus “mártires” por el fin “religioso” y “altruista” de “defender el honor de Alá y los derechos conculcados” del pueblo musulmán.

Pero ni una línea, ni una palabra en las nueve páginas, oponen a este abrazo entre fe y violencia considerado irresistible e ineluctable una crítica “según la razón”, que es el corazón de la lección de Benedicto XVI en Ratisbona.

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